A primera vista las vacas de la India parecen ser inútiles: casi no proporcionan leche, no suministran carne y les pueden quitar el alimento a otros animales que sí son comestibles, así como al propio hombre.
Los turistas se asombran de la libertad con que deambulan en las ciudades indias y de que los agricultores las consideren parte de su familia. Las vacas son adornadas con guirnaldas y borlas, se reza por ellas cuando se enferman y el nacimiento de un becerro reúne a los vecinos, los dueños y a un sacerdote en amena celebración.
Cuando un agricultor tiene una vaca, no solamente posee un animal sagrado, también es dueño de una factoría para producir bueyes. En un país como la India, en el que comprar un tractor no es práctica diaria, ésta es una buena razón para tener poco interés en vender sus vacas al matadero.
Si la principal función de la vaca cebú es criar animales de tracción, entonces no hay ninguna razón en compararla con animales lecheros especializados. Aunque poca, la leche de las vacas cebú cumple una función muy importante en la satisfacción de las necesidades nutritivas de muchas familias pobres.
Las razas cebú son extraordinariamente resistentes y pueden sobrevivir a largas sequías que periódicamente asolan muchas regiones de la India. Estos sagrados animales cumplen también con la función de la industria petroquímica, ya que su excremento se utiliza como fertilizante y gran parte del resto se emplea como combustible para cocinar.
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